Violaciones: Si es que no te matan, te curan… ¡ja!

marzo 29th, 2009 § 0 comments § permalink

Hace un par de semanas leí un espeluznante artículo y vi su respectivo vídeo, el cual me aterrorizó por completo. El artículo del diario The Guardian, del Reino Unido, contaba la historia de Eudy Simelane, la famosa futbolista sudafricana que fue raptada y brutalmente asesinada el año pasado, y como resultado, el aumento de estos crímenes con el mismo propósito. Su perturbadora muerte hasta el momento no ha modificado absolutamente nada en las leyes que podrían, o más bien deberían, proteger a las lesbianas, y las autoridades continúan haciéndose los de la vista gorda cada vez que aparece una nueva víctima muerta o violada, aún cuando la evidencia más clara, imposible.

Simelane era una joven valiente, la primera mujer lesbiana que había decidido vivir abiertamente en Kwa Thema. Además se había convertido en una activista voraz, abogando por la justicia e igualdad para las mujeres homosexuales de su país, que hasta el momento no cuentan con la protección necesaria, al parecer ni para ir tranquilamente al mercado de compras.

La madre de Simelane no comprende cómo es que alguien ha podido matar a su hija de ese modo, con 25 puñaladas por la cara, el pecho, incluso debajo de los pies. Una deportista con la vida por delante, sin vicios, generosa, entregada a la mejoría de su comunidad, que simplemente decidió tomar el único camino que para ella era posible, el de la verdad. Las lesbianas viven intimidades con sus parejas, se quieren como se quieren todas las parejas del mundo, sin involucrar a nadie en sus asuntos, y eso en Sudáfrica es considerado para cierta parte de la sociedad un crimen que ha de ser castigado cruelmente para eliminarlo, o como bien lo justifican ellos mismos, crímenes que reforman. Sin embargo estos virulentos asesinos siguen sueltos violando y matando a mujeres inocentes que ellos consideren se desvían de la orientación sexual que toda mujer debe seguir. ¿Cuál es el resultado de tanta desfachatez? Que a estos grupos de hombres se les consideren como doctores que curan a pacientes enfermas, mientras la legislatura judicial se cruza de brazos.

Se sabe que el mundo no se puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos, y menos en zonas de tanta pobreza y poca educación e información. Tal vez la muerte de Simelane era el punto de foco que el mundo necesitaba, eso es lo que uno pensaría, pero su muerte hasta la fecha es injustificada, tanto en las calles como en las cortes de Sudáfrica, como lo son todas las que le han seguido. Es incomprensible apoyar un crimen de esta magnitud, pero aparentemente allí nadie está pagando por las barbaries que han cometido y se siguen cometiendo al menos diez veces por semana, ni por las tragedias que continúan causándole a tantas familias. ¿A dónde vamos a parar entonces si cada cual decide el bien y el mal?

Es inútil tratar de explicar por qué hay lesbianas en este mundo, tan inútil como explicar las razones por la cual existimos todos. Pero de algo podemos estar seguros, y es que estos crímenes jamás conseguirán convertir a una lesbiana en heterosexual. Es decir, que ni siquiera dan el resultado que tantos buscan. Estas mujeres continúan viviendo con su verdad, aún cuando las amenazan y las martirizan, porque el lesbianismo, muy a pesar de lo que ciertos grupos garantizan, no es una enfermedad, por el contrario, para estas mujeres es un hecho incambiable, un tema de vida o muerte, un destino del cual no están dispuestas a darle la espalda, así les cueste el último buche de aire.

Mientras que esos grupos de hombres bestializados, obviamente frustrados, acobardados por la vida, se toman la libertad de desquitarse, de sacarse toda la roña que llevan por dentro por razones muy otras a las que dan a conocer, convirtiendo sus motivaciones en supuestos crímenes de corrección, mujer tras mujer se ve fatalmente atrapada una vez más por la injusticia y la inclemencia, en las malvadas garras de fieras enloquecidas. Pues bien, si cada cual va a tomar represalias contra quien le parezca que no hace su voluntad, entonces arrojemos por los balcones a los bebés llorones para que se callen de una vez por todas, peguémosle a los perros cuando nos desobedecen para corregirlos, droguemos a las abuelas que ya no pueden caminar deprisa para que se apuren, castiguemos a los jóvenes con acné para no ver tanta asquerosidad, matemos a los ejecutivos que hacen promesas que no cumplirán, encarcelemos a quien se atreva a poner un cuerno para que no lo vuelvan a hacer. Violemos a esos hombres que han de violar para corregir, así también ellos corrigen su incontrolable malicia. ¡Libre albedrío para todos!

Lo más triste, indígnate y escalofriante en cuanto a este tema es que no hay que ir a Sudáfrica para encontrar tanta gente necia; que los racistas, los predadores sexuales, los ignorantes que prejuzgan y diabólicamente matan a homosexuales y a lesbianas por su simple orientación sexual, están regados por todos lados, aquí mismo bajo mis narices. Cómo alguien puede dedicar todo su esfuerzo y su atención a un tema que no le afecta en lo absoluto, jamás lo entenderé. Pero lo que sí sé es que no está bien, no, no y no. NOT OK. La ley, si va a tener el mando sobre la justicia y la injusticia, ha de tomar las medidas necesarias para acabar con el libre albedrío con el que ciertos grupos mangonean como más les conviene, aquí, en África y en la conchinchina.

Dejo el enlace de artículo y el vídeo de las entrevistas a algunas de las mujeres víctimas de estos asesinos, locos de atar que siguen sueltos, lucubrando otros ataques a mujeres inocentes.

http://www.guardian.co.uk/world/video/2009/mar/12/south-africa-corrective-rape

Desdicha para quienes se quedan

marzo 22nd, 2009 § 0 comments § permalink

Acabo de terminar una novela que me ha encantado, de la francesa Anna Gavalda, Je l’aimais, y que me dejó absorta en pensamientos de una cristalina cronología en cuanto a los amores y sus (en algunos casos, imprevistos) finales que me han tocado tan duro como suave. Trata sobre una mujer de veintiocho años, guapa e inteligente que está atravesando por una separación devastadora, en el momento en que menos se lo esperaba. Todo parecía irle bien, tenía una familia extraordinaria, dos hermosas hijas pequeñas que la colmaban de armonía y estabilidad, mientras se sostenía hipnotizada por un marido infiel que de repente la deja por otra mujer más joven aún. La trama se desarrolla en una casa en las afueras de Paris, donde el padre del marido conduce negocios y pasa temporadas indefinidas, y la ha invitado a pasarse unos días con las niñas para despejar un poco.

El suegro es un hombre de pocas palabras, estoico, que no opina a menudo, silencia cualquier comentario que le venga a la mente, y se da vuelta en forma ecuánime cuando alguien le acecha una mirada inquisitoria. Pero lo verdaderamente fascinante de la historia es que precisamente se trata del suegro, sobre su vida y la profundidad de sus sentimientos aparentemente inexistentes, que la novela nos revela poco a poco y nos vamos dando cuenta no son para nada moldeados de acero, como él se esmera en aparentar. Se llama Pierre y tiene 65 años si mal no recuerdo. Su intención, no queda claro si fue planeada o se produce espontáneamente, es contarle a Chloé, la mujer que su hijo ha abandonado, la saga de su vida, del hombre cobarde que decidió quedarse, en comparación con lo que él considera el coraje de su hijo que ha tomado la decisión de marcharse sin mirar atrás.

Pierre se había casado aún siendo muy joven con una muchacha de quien estaba enamorado, como se puede amar a esa edad. Se entregó a su esposa, a su familia y a su empresa y vivió de manera robótica con una imagen intachable hasta que un día al cumplir 42 años conoce a una mujer que le tuerce la vida, que despierta en él sensaciones nunca antes experimentadas, y a quien le causa un enorme sufrimiento mediante promesas insustanciales por varios años hasta perderla para siempre por no atreverse a dejar a su esposa Suzanne, una mujer con quien tenía una relación estable, aunque lejos de manosear aquella inevitable e inagotable felicidad que sentía junto a su amante, Matilde.

Pierre frustrado, herido y derrotado decide quedarse para no tornarse en un canalla que abandona a su familia. A medida que van pasando los años se va convirtiendo en un ermitaño, en un hombre despreciable y malhumorado, que demuestra poco o ningún interés más que el que se le exige, por sus hijos o su esposa, mientras por dentro se consume por un amor tronchado. Se descubre el motivo de su pasiva crueldad a partir de esos años que decide darle la espalda a la mujer que amaba, y quien lo había marcado como nadie en su redundante existir, que le había dado a probar de un brebaje deliciosamente adictivo provocando en él una insospechada felicidad que en el corriente de sus días, semanas y años había desconocido o ignorado por completo. Con ella había descubierto un sentimiento de paz, un orgullo de ser quien era. En Matilde, Pierre había encontrado el hechizo que le devolvía el deseo de amar cada vez que la tenía cerca. Pero eso amor estaba destinado a ser atropellado por la costumbre, y Pierre renunció a su amante para cumplir con las reglas de la sociedad, con la promesa que le había hecho a Suzanne de hasta que la muerte nos separare, y desde ese momento en adelante se desata una depresión incurable.

Meditando sobre ese tema no pude menos que sentir rabia por la decisión que Pierre había tomado, pues a veces nos cuesta más ser felices que llevar una vida tranquila y aburrida. Tal vez si Pierre se hubiese dejado llevar por sus emociones habría hecho a su familia más feliz, ya que el pago por quedarse fue convertirse en su peor versión, en el hombre déspota, en vez de arrojarse a esa oportunidad que tanto lo estremecía y dejar que los detalles a su alrededor cayeran en su sitio a medida que caminara el tiempo, acoplándose como es habitual con todo en esta vida, siempre y cuando cumpliera con sus obligaciones de padre. Sin embargo, cuando su esposa Suzanne lo confronta, lo maldice y lo amenaza con destruirlo, aún cuando él acepta su culpabilidad y ofrece ayudarla monetaria y emocionalmente, ella termina rogándole que no la deje, para así continuar con su vida sin cambiar el más mínimo detalle cotidiano, por aburrimiento o por rutina, es difícil distinguir sus motivos, pero definitivamente no por amor y menos por pasión.

Me pregunto ¿hasta qué costo estamos dispuestos a mantener una relación así nos triture por dentro?, y si ¿valdrá la pena quedarse en una relación para no separar o herir a la familia? Creo que mucho depende de la situación, supongo que si uno se va a quedar para ser completamente infeliz y transmitir esa agonía a los seres que ama, quizás no valga la pena. O si vas a permitirle a alguien que se quede para reprocharle el resto de la vida qué hizo o dejó de hacer, ¿cuál es el placer? Por mi parte lo que tengo bien claro, esa responsabilidad no la quiero encima ni loca. Si bien es verdad que prácticamente hablando no creo en el divorcio, mucho menos en las personas que se quedan en una relación para no causar dolor, cuando en cuerpo y en alma se entregan a otra persona por años y años, hasta que esa relación también se destruye, y en un final tantas personas terminan perdiendo.

El orgullo de una mujer es más fuerte que esos pilares invisibles que sostienen la tierra dentro del universo, y el mío no varía mucho, pero si alguien me dejó para ser verdaderamente feliz, me enorgullezco de esa persona, de haber tenido la sabiduría de comprender el valor entre un sentimiento leve y uno más profundo, digno de arriesgarlo todo. Y si mi pareja actual llegara conocer a una mujer que le haga sentir en distancia de años luz sensaciones que no soy capaz de ofrecerle, seré la primera en facilitarle la libertad de elegir el camino a esa dicha que pocos encontramos y más de uno dejamos escapar.

Amigos: c’est tout

marzo 16th, 2009 § 0 comments § permalink

¿Será real aquello que dicen que entre los hombres y las mujeres no puede existir una verdadera amistad? Yo creo que sí se puede, como mismo las lesbianas son amigas aunque no sean amantes, y los gays también. Porque sería más que ilógico, una ofensa, imaginar que todas mis amigas lesbianas me desean de un modo sexual, o asumir que todos mis amigos gays cada vez que se reúnen participan en una orgía. Entre el hombre y la mujer sucede algo parecido, puede haber una atracción y seguir siendo amigos, nada más.

Dicen que la amistad entre sexos opuestos no es fácil pero tampoco imposible, a mí me parece que simplemente es diferente, pero ni más duro ni más complicado de lo que ya son las típicas exigencias y los sacrificios que presenta cualquier tipo de relación con quienquiera que sea. Con las amigas solemos comportarnos de uno modo, y con los amigos de otro. Hay cosas que sólo se pueden discutir entre mujeres, como también en ocasiones disfruto mucho más compartir ciertas cosas con hombres amigos. Por ejemplo con los hombres me encanta escucharlos hablar sobre sus relaciones amorosas, de las mujeres que llegan y las que se van, los motivos por los cuales no se comprometen con unas y sí con otras, las ambiciones que les quitan el sueño, las desilusiones por las que has atravesado. Las pasiones de los hombres son distintas a las nuestras, o por lo menos manifestadas de otra manera, una manera que a mí me agrada mucho. Cuando hablan del cine, de la música, de los viajes, del arte, de un libro, siempre encuentro un tono diferente en sus descripciones, en la forma de enfocar las conversaciones y de expresarse, asombrada a menudo por la similitud de pensamientos a pesar de los diversos caminos que allí los conducen. Algunos hombres son muy buenos para escuchar, y sólo te miran a los ojos con aprobación o desaprobación, pero no siempre desmantelan su verdadera opinión, aunque te estén juzgando, quizás por miedo a molestarnos. Me gusta esa timidez que entre amigas no existe y a veces cuando no estás de humor cae tan bien escuchar exactamente aquello que necesitamos oír. Me hacen recordar mucho a mi perro Domingo, pero en el buen sentido de la lealtad, la paciencia y la admiración, porque los hombres admiran a las mujeres con una curiosidad legítima, sorprendentemente afable. Con ellos también se tocan más los temas familiares, especialmente las relaciones con los padres y los hermanos, mientras que con las mujeres nos sentimos más cómodas hablando de nuestros amantes o maridos.

Entre mujeres suponemos muchas cosas acerca de los hombres que luego confirmo lo equivocada que estábamos. Y vamos, es que con un hombre no vas hablar de las rebajas del Gap, ni del ciclo menstrual, ni de las últimas monerías que hacen tus hijos, ni de los desastres que suelen ocurrir en el cuerpo pasado los treinta, o lo estropeado que se quedan los pechos después de amamantar, ni de los chismes sin importancia que ruedan de lengua en lengua sin un decisivo motivo o destino. A ellos no les puedes pedir que te acompañen al baño para reaplicar el maquillaje mientras partidas de la risa critican a la novia que el amigo se ha dignado a presentarles. Con ellos no vamos a discutir temas que abarquen ningún tipo de cifra en relación con nuestra edad o nuestro cuerpo a no ser que se trate de la talla del ajustador. No vamos a mencionar la cantidad de calorías que hemos consumido en un día, y menos que menos hablar de azúcares o carbohidratos cuando muchos hombres no saben ni lo que son las grasas saturadas. Pero tienen otras cosas para ofrecernos en una amistad que me hacen sentir muy a gusto, aunque muy diferente a cuando comparto con amigas.

De entrada no se puede negar que entre un hombre y una mujer siempre va a existir esa tensión sexual, aún en esos casos que ni siquiera se desean mutuamente, es decir que hasta subconscientemente existe un deseo por el simple hecho de ser sexos apuestos. No pretendo defenderlos, pero supongo que a mis amigos les sucederá lo mismo que me sucede a mí cuando ellos se arreglan y lucen guapos y me les quedo mirando, me gusta vacilarlos, como mismo vacilo a mujeres que me parecen atractivas, pero eso no quiere decir que ese deseo efímero se tenga que convertir en un acto carnal. Fantasear es un cosa y realizar esas fantasías ya es otra cosa, muy otra.

Nos lo han dicho los sicólogos, que el hombre y la mujer son como por decir el extraterrestre y la terrestre (o viceversa para no provocar a nadie), somos contrarios, tanto así que por más fuerte que sean los lazos de amistad, normalmente va a existir algo más, tal vez dudoso, tal vez un poco tramposo y hasta fuera del alcance de las nociones que más o menos entendemos, pero principalmente manejable en casi todos los casos. A lo que me refiero es que auque exista esa tensión que suele ser tan incómoda como placentera, eso no significa que la amistad sea irrealizable.

Claro, que a veces las cosas no salen como las planificamos. ¿A quién no le ha sucedido que el afecto que suponíamos era puramente amistoso, de golpe se sale del plato? Y toma un forma gigantesca, que se adueña de los controles que hasta el momento nos ayudaban a funcionar como gente normal, y qué va, fuera y más allá de nuestros dominios y por supuesto en contra de la razón, ese cariño se torna en una irremediable pasión que tarde o temprano va a acabar con la amistad. Bueno, ahí sí que hay que poner un pare porque no se puede tratar a una persona como una cosa cuando el deseo y el corazón te piden otra, especialmente si esa persona no te corresponde, pero esos son casos aislados, específicos, atípicos pues es improbable enamorarse de todos los amigos. Ahora si se trata de una sencilla atracción, no veo el problema en lo absoluto. ¿A caso no es así como llegamos a casi todas las personas que están en nuestras vidas? En mi caso es así, existe un magnetismo que me dirige a algunas personas y a otras no. Con algunas nos convertimos en amigos y con otras la atracción inicial se desparrama y cada cual sigue por su lado, por el rumbo de la vida, atrayendo a nuevas personas y sumándolas a las listas de amistades o a las del olvido.

Si se acepta como tal, que entre un hombre y una mujer existe un placer misterioso en ese deseo imposible (que de ninguna manera ha de ser doloroso) de realizar, la vida toma otros colores. Las amistades no tienen que ser carentes del deseo o impulso sexual siempre y cuando se trate de una expresión corporal y no física o emocional. Digamos que para lograrlo lo más importante es tener las intenciones bien claras por ambas partes, los sentimientos pueden variar, pero las acciones si se mantienen en la raya, es ahí donde suelen florecer magníficas y entrañables relaciones, a partir de un disfrute por la fruta prohibida, incluso cuando estamos claros que esa atracción es más coco que otra cosa.

Ciclonudistas llegan a Miami

marzo 5th, 2009 § 0 comments § permalink

Digo, es que esto de ninguna forma puede ser favorable para el aparato genital. No es que tenga nada en contra, qué va, hasta me dan ganas de montarme en mi Electra azul y aventurarme por la gran vía, sin el estrés de las cuatro gomas, a mi propio ritmo, sumergida en el entorno, hipnotizada por los detalles que se asoman con la ilusión de ser mejor examinados. Completamente desnuda, libre de la licra y el poliéster, podría hasta enumerar los flamboyanes paridos que voy dejando atrás, saludar a los desconocidos que cortan la hierba de los patios, a las mujeres que baldean los portales, a los viejitos que pacientemente esperan la guagua. Qué conveniencia, especialmente durante esos meses de verano que ya se avecinan y bajo este sol rajante que busca guarida aquí en el cielo miamense, hasta la tela más ligera produce sobre mi piel una urticaria y una aguda referencia de un dolor más o menos enmascarado por el sudor. Más bien estoy asombrada, anonadada, y es que mi bicicleta a menudo me sorprende con un tembleque que si no fuera por la ropa que me protege, quién sabe lo que me podría ocurrir cada vez que me saco un boniato. Pero los expertos dicen que en todo caso lo único que podría sucedernos a nosotras las damas desnudas al pie de una bicicleta (o mejor dicho montadas) es tonificarnos el cuerpo y broncearnos el pellejo. Los hombres no han de preocuparse tampoco, al contrario de aquello que se escucha, ser un ciclonudista no causa impotencia ni esterilidad. Y para los que se preocupan por una inadvertida erección, pamplinas y más pamplinas. ¿A quién se le puede producir semejante dureza en medio de un maremagno de cuerpos desnudos, regados por doquier, en una situación tan ajena a la sexual. En todo caso los sorprendidos y posiblemente endurecidos serán aquellos que se encuentren vestidos y boquiabiertos disparando miradas insoslayables al presenciar esa inusitada ola de ciclistas encuerados batirse por la ciudad. ¿Cuál es el motivo de este evento de lo que parece reunir a los locos de la ciudad? Atraer atención a los conductores que parlotean por el celular, envían textos y hasta se declaran distraídos sin demostrar el cuidado y el respeto que se merecen los ciclistas. Además, esta demostración tiene como prioridad concienciar a aquellos que conocen poco acerca de la dependencia petrolera y de los impactos que causan los gases emitidos por los vehículos en el medio ambiente, que intencionalmente o estúpidamente Bush ignoró en su presidencia y ahora Obama propone solucionar, digo mejorar a largo plazo. Todo eso me parece muy bien, nada como estar en pelotas para llamar la atención. Maravillada por esta seria pero juguetona y especialmente preventiva manifestación de genuino interés, me sumo a los ciclonudistas de Haulover Beach y Lincoln Road, con el fin de promover el trasporte urbano, un mundo de más ejercitación y menos dependencia petrolera, de más salud y menos paros cardiacos, de más belleza que adopte a todos los rangos que definen el cuerpo humano y menos discriminación física. ¡Y que dios nos libre de un frente frío!
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(Aquí van los datos de cómo apuntarse en la travesía del ciclonudismo 2009: 10 de marzo en Haulover Beach, y el 9 de junio en Lincoln Road: http://www.worldnakedbikeride.org)