Una buena y una mala noticia. La mala es que el paquete dejó de hacer sus rutas la semana pasada y nos hemos quedado en blanco. Adiós al binging de series y películas. Los contenidos que ya estaban en el disco duro nos acompañarán hasta nuevo aviso. ¡Maldición!
La buena noticia es que por fin entró el agua. ¡Aleluya! Como si no tuviésemos suficientes situaciones anormales, hemos estado en ascuas varios días porque el motor de la cisterna se dañó y encontrar la pieza y quien lo arreglara fue un dilema lleno de elementos mágicos y engorrosos.
Estamos tensas, como el resto del mundo, a esperas de noticias concretas y alentadoras. Pero no podemos seguir engañándonos, nos queda por lo menos el resto de este año o más, y la pregunta ya no puede ser, ¿cuándo va a acabar esto?, sino ¿cómo proceder?
Entre la pandemia y la lucha básica del diario, nos estamos desesperando. Bastante gente se queja de haberse quedado sin corriente más de una vez esta semana. Algo con el sistema soterrado, cables recalentados, explosión, un accidente de carro; las razones que ha dado la compañía eléctrica no son pocas. El calor que ha hecho también es de armas tomar, y para colmo anuncian unos cuantos ciclones para este verano. Menos no se podía esperar de este 2020. El gancho está en encontrar un balance entre acumular provisiones anticipando que el distanciamiento social pica y se extiende y, no congelar demasiado para que no se malogre la carne durante los apagones. Cuando la amenaza es tan grave, no queda de otra que resignarse y mantenerse presente en el momento, en el hoy.
El hoy mío fue, digamos que el punto bajo de la cuarentena hasta el momento. Si no me infesté con el Covid-19 esta mañana en la cola de La Copa es porque debo ser inmune. Llegué temprano, pedí el último y me acerqué a Agua y Jabón, otra tienda donde también ahí pedí el último porque necesitamos pasta de dientes y champú. El arte de comprar durante estos días consiste en lo siguiente: marcar en varias colas a la vez y cruzar los dedos para que los turnos se sincronicen en un perfecto itinerario. Regresé agitada a La Copa porque desde el agrito de 44 donde había cebolla y unas piñas hermosas, se notaba ajetreo en la cola que por cierto daba la vuelta a la manzana y donde se mantenía un metro de distancia entre las personas. Hasta ese punto mi plan pintaba bien. Cuando anunciaron que iban a dar los tickets con números, la gente en vez de quedarse en el mismo orden que ya habíamos conformado, se aglomeró alrededor del guardia. El guardia se alteró sobremanera y ordenó al tumulto a que regresara a su sitio. Pero ya la gente no guardó la distancia física requerida y unos encima de otros recibimos nuestro número. A mí me tocó el 74.
Ya llevaba dos horas ahí, pero con número en mano el pollo congelado prometía ser horneado y degustado para la cena. Una empleada del mercado salió a explicar lo que había disponible, cuánto tocaba por persona, etc. Son tiempos de guerra, nos anunció, y debemos ser pacientes y pensar en el que tenemos atrás y en los que damos el servicio. Habló casi media hora sobre las vicisitudes que afrontan los trabajadores y todo cuanto decía me parecía razonable. En efecto, son tiempos de guerra, qué horror. De golpe me bajó el azúcar y como no había sitio abierto para comprar un refresco, le regalé mi ticket dorado al hombre que tenía delante para que al menos él pudiera comprar más pollo y papel higiénico que el que le tocaba, asumiendo que había suficiente para abastecer al menos hasta el número 74. Me fui a casa derrotada, con las manos vacías.
Por suerte existe otro punto de encuentro aquí en La Habana que es esencial: WhatsApp. Ahí pertenezco a más de veinte grupos informativos sobre las nuevas medidas y las de toda la vida, qué hay y dónde. Y puedes encontrar desde fresas salvajes y comida a domicilio, hasta colchones y butifarras. Havanamix, K hay en tiendas, Ultra-Copy 17 y L, Ropita chula, son algunos. Los mensajes a veces son para reírse o para llorar. ¿Alguien ha visto culeros para la primera etapa? / Hay Carne de res y queso de cabra en 98 y 5ta, no hay cola / En 3ra y 12 Miramar, detergente y agua / Hoy sacaron carne de puerco en 46 y 29 a 60 pesos la libra, cola kilométrica / Papel sanitario y café en la Panamericana de 12 y 25 / Tanqueta de yogur en 5ta y 43 pero un millón de gente / ¿Alguien ha visto mantequilla o detergente de fregar? / Necesito hígado para mi perrita / ¿Me pueden decir dónde encontrar cerveza barata?
En la licorería de Dos Gardenias a veces hay cerveza, pero esas sí que son las peores colas según me explica la dependiente que además la pobre tiene un uñero infestado y le palpita desde el dedo gordo hasta la rodilla. Sube el pie a una silla que tiene enfrente (destinada a marcar distanciamiento) y no me puedo escapar de ver lo feo que lo tiene. La compadezco, una vez tuve algo parecido, y juro que eso y un dolor de muela es todo uno. Se desahoga detallando la cantidad y lo que es peor, el tipo de personas que compran cerveza. De cada cinco, uno es irrespetuoso y hasta le han gritado. Y yo que pensaba que el trago por excelencia era el ron, qué va, el ron está solo y muerto de risa en todos los anaqueles de la ciudad.
Cuento mis bendiciones; las más básicas ya son muchas. La familia y los amigos, estamos todos vivitos y coleando. Cada atardecer en La Habana es un regalo. Ya casi tengo perfeccionada la receta del arroz con leche de mi bisabuela. El rey mango y la reina aguacate están a punto de hacernos muy felices. De alguna manera se siente más seguro estar aquí ahora mismo que en cualquier otro lugar. Los que te quieren se preocupan y te brindan de lo poco que tienen porque esta sociedad vive en el presente. Y si hay una sola cosa que tenemos ahora mismo y es lo único real y valioso, es el presente.
*POLLO UPDATED: Hace un ratico un amigo me dejó una caja al lado de la escalera con cositas muy ricas incluyendo un pollito entero y una nota que lee: ¿Quién dice que hoy no vas a comer pollo?