Amansaguapo

febrero 26th, 2009 § 0 comments § permalink

Si habré tenido yo que amansar a unos cuantos guapos. Meterlos por el aro para que obedezcan mi voluntad a como de lugar. Sólo que ellos no lo saben, ni siquiera se lo han imaginado. Pero es así de sencillo, cuando alguien a mi alrededor, normalmente hombre, se vuelve loquito, sacadito de sí, hay que tomar riendas en el asunto y domarlo, restarle los humos, tranquilizarlo, antes de que por culpa de un arrebato pasional, o simplemente un error casual, digamos menstrual, termine una aniquilándolo, como a veces da ganas. El motivo por el que les he mantenido el secreto a los sacrificados es francamente porque los remedios naturales no funcionan si la persona desconfía de ellos. ¿Y a qué hombre se le puede hablar de su desorden y ofrecerles un tratamiento? Además, unas goticas de Amansa Guapo nunca le hicieron daño a nadie, por el contrario, el resultado normalmente prevalece ante cualquier encrespamiento desconsolado, y logra, en su mayoría, apaciguar física y espiritualmente a esas personas que atraviesan por situaciones de naturaleza prepotente y por lo tanto se vuelven imposibles de sobrellevar. Así que la próxima vez que se sienta hostigada por un hombre rebelde y sin causa, subido de tono, acelerado a toda hora, soberbio hasta para dar los buenos días, y que repentinamente haya dejado de compartir su punto de vista, evite las broncas y prepare en su nombre un poquito de Amansa Guapo e inmediatamente se verá surtido el efecto. Le sorprenderá cuán obediente y proveedor se podría tornar. Permítale a ese señor desquiciado que sea su bondad y su cordura lo que rija su vida, y no ese ermitaño chiflado y controlador que lo usurpa a cada rato. Ayúdelo a aquietar sus ánimos de manda más, a suavizar las asperezas que nos joden el día cada vez que hacen acto de presencia. Préstele auxilio y socorro para conciliar la paz, rescatar la tolerancia, templar ese genio impertinente con el que pretenden mortificarnos y aturdirnos, y que sin duda lo consiguen. El buen humor es una de las virtudes que más apreciamos en las personas, en especial en esos hombres que tanto amamos. Pero aviso, si continúan así con ese carácter fuerte, ese humor de perros, preponderante, poniéndonos los pelos de punta por cualquier tontería, no se olviden que en un closet oscuro, en una gaveta olvidada, en un maletín de viaje, o en donde menos se lo imaginen, podría yacer en silencio un hechizo curativo, porque nosotras las mujeres sólo aspiramos al bienestar de ustedes; somos así de entregadas, de ingeniosas, de dispuestas a ayudarlos, a mimarlos, a curarlos, y créanos que haríamos todo a nuestro alcance antes de tener que liquidarlos.

Nina Simone: I Wish I Knew How It Would Feel To Be Free

febrero 15th, 2009 § 0 comments § permalink

La última vez que casi vi a Nina Simone en concierto pensé que por seguro esa vez se me haría realidad un sueño frustrado de ya tantos años. En varias ocasiones casi casi llegué a verla, pero algo normalmente ocurría que me lo impedía.

Ya lo tenía decidido, quería verla en vivo, pasar a ser parte de su historia, muy a pesar de que siempre he preferido quedarme en casa y escuchar el cd en la comodidad de mi sofá cien millones de veces antes de caer en medio de la conglomeración humana y despistada que asiste a conciertos. Entonces comencé a seguir más o menos sus giras para ver si podía sumarme a una de las funciones.

A principios de Julio del 1999 tenía planificado un viaje de trabajo a Londres, ciudad en la que Nina daría un recital alrededor de las mismas fechas en las que visitaría, pero un súbito cambio de plan me arrojó a San Francisco.

Debí imaginarme que cuando (por un pelo) me la perdí en el 2000, ya nunca se me volvería a dar otra oportunidad. Las entradas se habían agotado y yo acababa de llegar de un largo viaje y no me había enterado de que Nina estaba haciendo una gira de conciertos por los Estados Unidos, y menos que venía a Miami. Pero hay cosas que están escritas y el universo por algún motivo conspiraba, siempre nos acercaba, sin embargo nunca me dejaba llegar frente a ella. Uno de mis mejores amigos tenía dos entradas para ir a verla aquí en Miami, en el Gusman Center, a diez minutos de mi casa, pero otro amigo que le había pagado por la otra entrada semanas antes, sería su acompañante. Algo repentino ocurrió el 8 de Noviembre del 2000, el padre de mi amigo falleció inesperadamente. Al día siguiente mi amigo tan generoso y siempre pendiente de los detalles, hasta en medio de su tragedia, me llamó para ofrecerme las entradas porque esa noche iban a velar a su padre y como era de esperar él no podría ir a ver a Nina. Yo con mucha pena acepté, aunque hubiese preferido hacerle compañía a mi amigo, no obstante él no me lo permitió y me rogó que fuera al recital, sino se perderían las entradas. No le podíamos hacer esa mierda a Nina Simone. Me decidí a ir con mi esposo, además le avisé a mi amiga Diana, también seguidora de Nina. Ella enseguida se sumó al plan y fue al Gusman para tratar de conseguir entradas tal vez de alguien que estuviera vendiéndolas en la puerta. Para su sorpresa consiguió una en la taquilla.

Llegamos al Gusman, la acomodadora nos llevó a mi esposo y a mí a nuestras sillas, estaban muy bien situadas. Por fin coincidía con Nina Simone, no lo podía creer, en sólo momentos aparecería mi diosa, de carne y hueso, e iba a abrir la boca y expulsar su avalancha de melancolías sobre mí, y sobre todos los que estábamos presentes. Me pareció extraño el público que allí se reunía, gente joven de rasa negra. Por un lado porque Nina era de todos los colores, y me sorprendió que en esta ciudad sólo existieran tres blancos que la fueran a ver. Por otro lado encontré chocante la juventud que atraía una mujer de tanta historia. En fin, nos sentamos y esperamos pacientemente unos cuarenta y cinco minutos de una presentación teatral de lo que parecía pertenecer a una escuela, que dedujimos era el primer show en la cartelera; como una especie de banda telonera, excepto que la música no comenzaba. De pronto a mi esposo ya mí nos agarró la sospecha y salimos del salón a averiguar qué sucedía con Nina. Justo en ese instante en que llegábamos al lobby divisamos a Diana quien se disponía a hacer lo mismo, ella tan perdida como nosotros. Al investigar lo ocurrido nos enteramos que el recital de Nina se había efectuado la noche anterior. Miramos la entrada y en efecto, databa para el día 8 y estábamos a 9. En la entrada de Diana ni siquiera aparecía el nombre di Nina ¡Qué frustración!, casi, pero casi, la llegué a ver.

Luego en el 2001 surgió una oportunidad nuevamente. Nina en París el 8 de junio. Yo tenía planes de pasar ese verano en Europa, comenzando mi excursión por supuesto en París. Pero ese año el mundo entero parecía que iba a París a veranear, y el pasaje más cercano al día del recital que conseguí fue para el 10 de Junio. Excepto una vía con un montón de escalas que me dejaba en París el mismo 8 de Junio, pero ya tarde en la noche. Como siempre una vez más en convergencia Nina y yo. Ese mismo mes Nina estuvo en Nueva York en un festival de jazz, mientras yo aún permanecía en Europa.

Cuando me enteré en el 2003 que la Simone había fallecido me agasajó inmediatamente una angustia por ese deseo reprimido, una zozobra excesiva, una desilusión desproporcionada por ese imposible que se imponía para el resto de mi vida, y bueno, también sentía que algo mío se había ido con ella.

La gran Nina, con su voz desnuda, zalamera, directa, ecléctica, nostálgica, con esa piel tan púrpura, tan hermosa y tan llamativa, era una mujer sin etiquetas, de todos y para todos. Su música era como ella, experimental, de todos los géneros, de todas las situaciones. Nina Simone fue sin duda una de las mejores vocalistas del siglo veinte. Es imposible escucharla y no saber que es ella quien canta, jadea, grita y se calla a la vez, dejándonos en el cuerpo una emoción y una experiencia irrepetible. Además de su maravillosa música, Nina dejó una pronunciada huella en el movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos, siendo una activista con desmesurada pasión desde niña cuando a sus padres, por el color de la piel, les negaron el derecho de estar en la primera fila del primer concierto musical de su hija. Luego se trasladó a Filadelfia donde intentó conseguir una beca en el Instituto Curtis, pero por ser negra no fue aceptada. Su poca tolerancia por el rasismo se reflejaba en sus canciones protesta, y mediante éstas Nina Simone demostraba su rebeldía y su compromiso por un cambio. Ante el rechazo a su raza que encaraba constantemente en Norteamérica, se vio obligada a exiliarse en otros países; primero en Barbados y luego en diferentes lugares en Europa. Murió en el sur de Francia, país donde llevaba viviendo ya varios años.

Nina Simone era una mujer misteriosa, controversial, de un talento titánico, de fuertes convicciones, defensora de la libertad, de los derechos de las mujeres, activa en el movimiento feminista y el lésbico gay. Era una mujer valiente, que decía lo que sentía valiéndose de su música. Era sabido que en sus conciertos hacía sentir que ella estaba allí cantándole a cada persona de la audiencia por individual. Algo que nunca llegué a comprobar, pero que de todos modos siento cada vez que escucho sus discos.

El 21 de febrero se celebra su natalicio. Nina, ese día en tu nombre me beberé una copa de vino y en tu honor te escucharé cantar y tocar tu prodigioso piano, pues no me queda duda que es como más deseabas ser recordada.

Aquí dejo algunas imágenes de Nina Simone, desde muy joven hasta ya entrada en la tercera edad. Hermosa en todas sus etapas.

Dientes voladores

febrero 14th, 2009 § 0 comments § permalink


—Esos colmillos tuyos me tienen loco de remate. Cada vez que te veo, que hablas de asuntos importantes, de los negocios que tenemos en común, aquellos colmillos se imponen de un modo formidable. Pierdo la concentración, y apenas brotan de tus labios me entra otra vez una piedra en el estómago, y de esa piedra se desprende una arenita que se riega por entre mis órganos y comienzo a sentir una resequedad interna y un cosquilleo casi casi insoportable.

—Ya aburres. Eso me lo has dicho un montón de veces. ¡basta por favor! Ahora resulta que por tu culpa no dejo de pensar en eso… mis dientes, mis dientes.

—En realidad no me interesan tus dientes tanto como tus colmillos.

—Mejor que no se hable más del tema. Lo leí en una revista, que visualizar con frecuencia realiza pesadillas.

—Cada vez que le metes un colmillazo a un Elena Ruth, y el queso crema se deja ver por entre los incisivos centrales, los laterales y esos dos colmillitos afilados que son más que gemas valiosas, siento el flaqueo de mi cuerpo ante tanta hermosura. Luego de perforar el corte de la mordida con absoluta magnificencia, el pan queda moldeado con la forma perfecta de la ausencia de una concha. ¡Cuánta belleza por Dios!

—Ya deja eso, no me gusta hablar acerca de dientes y menos sobre los míos. Últimamente me obsesiono, y me parece que los voy a perder, que de alguna manera los voy a perder. Ya cállate.

—¡Qué va, ahí hay dientes para rato!

—Si me dejaras en paz tal vez lo podría olvidar. Y lo intento, de verdad que sí, pero no sé qué me pasa que la testarudez se empeña en manipularme y otra cosa no puedo hacer que esa, pensar en mis dientes. Anoche fue terrible, venía en el carro manejando a casa y de no sé dónde salió una piedra gigante, como caída del cielo, tan veloz que no me dio tiempo a esquivarla. Tuve que frenar en seco y mi cara se incrustó en el timón; en mi sueños es así, no hay bolsas de aire protectoras. Mi cuerpo quedó intacto, ni un rasguño, ni un magullón. Sin embargo, mi boca sangraba… sólo mi boca. Primero pensé que mi nariz también, luego me di cuenta que la sangre corría de un mismo lugar. Mis dientes fracturados, algunos ya ni estaban. Y los colmillos que tanto te gustan se reían a carcajadas de todo aquello como si se tratara de algo cómico.-¿No te lo digo yo?, esos colmillos son bellos, inteligentes y además simpáticos. Si yo pudiera ingresarme ahora mismo dentro de tu boca me dejaría mordisquear…

—Eso no es todo. Hace unos días atrás también me embaucó un estado de pesadillas horripilante. Me mecía en un columpio del patio de la casa. Para arriba y para abajo, para arriba y para abajo. En una de esas, justo antes de que el columpio comenzara a descender con la típica rapidez y certeza, vi desde arriba en el aire un martillo verde que me esperaba como cosa buena. Como te podrás imaginar fue un encuentro inevitable, y el maldito columpio imparable. Alguien se cizañaba conmigo, o el columpio o el martillo, el caso es que el columpio bajó y el martillo subió, y en una posición magistral estaban mis dientes, que en pocos segundos dejaron de estar.

Día y noche me persigue una estela de dientes desfigurados que busca desesperadamente una boca, precisamente mi boca. Sueño con cosas terribles, por ejemplo que me cuelgan con una soga de mis dientes hasta que mi cuerpo se desprende de ellos. Un proceso que toma más o menos un par de días, así como degollar carneritos. O que una bala perdida se cuela en el mismo momento en que digo haaaa… O me tropiezo, me falta balance y caigo de cara al piso, y justamente son mis dientes los que sufren el impacto. Una bofetada muy fuerte que me dio un extraño me los aflojó. No vi la columna al abrir la puerta y perdí hasta los molares. Un niño travieso me pegó con su bate. El mismo aire se volvió plomo y me limpio la boca dejando sólo las encías. Las hadas o las brujas, no sé bien, se escondían allí dentro, jugaban un juego macabro, y el polvito que descaradamente botaban sus halas hacía que mis dientes se desprendieran de raíz y ni siquiera sangrara. Los muy necios se iban volando, como los graduados, a hacer vida en otro lugar.

Fíjate en esto que te digo, me consta que me acuesto con dientes, pero luego durante la noche de una forma u otra se esfuman, y cuando amanezco allí están otra vez. Me los toco, me los cepillo, les doy desayuno para asegurarme de que aún pueden triturar, y allí están por seguro, duritos y bien colocados. Es como si durante la noche mis dientes tuviesen algo que hacer más importante que dormir en mi boca. Ahora mismo sólo ruego encontrarlos ahí cada mañana.

—¡Asere, como he pensado en tus colmillos hoy! …y tú hablando tanta bobería.

—¡Qué bestia eres! ¿Así es como le hablas a las mujeres? No puedo contigo…

Pero esa noche sucedió algo diferente. Soñó que sus dientes eran definitivos, inmortales, que nada terrible podría ocurrirles jamás. Fue un sueño lindo, mágico, que hizo calmar sus angustias. Y mira lo que le pasó. Por la mañana cuando se despertó corrió como de costumbre al espejo del baño. Se miró un rato sin abrir la boca, y de golpe, con algo de desesperación sonrió y tremendo lo que vio allí, o lo que dejó de ver. No se encontró ni un diente, ni siquiera los colmillos. Todos se habían desdibujado o alguien se los había robado, nunca se supo bien.

Vagina parlanchina

febrero 10th, 2009 § 0 comments § permalink

Seamos sinceros, una vagina que hable, que ladre, que se burle de encuentros extraños, que escupa buches desagradables, que saque la lengua y diga «ahhh» o simplemente desmantele una sonrisa de placer, podría ser el descubrimiento más sagrado y a su vez más practico sobre la tierra. O como mínimo la respuesta de tantas preguntas. No es que una mujer no quiera decir las cosas como son, o lo que siente, pero a veces se pierde el hilo entre el deseo y el pensamiento, en mi opinión porque existe demasiada distancia de por medio. Por eso si la vagina pudiera expresarse, parlotear por sí misma, morder y masticar si se enfada, no se necesitarían intérpretes, y por supuesto no hubiesen esos malentendidos que a veces conducen el acto del amor a un adverso, precoz y tronchado final. La conversación, la comunicación, eso es imperativo entre órganos. ¡Qué cálida y civilizada sería una charla entre vagina y pene o entre vagina y la yemita de uno o varios dedos! Instrucciones claras, sin tapujos. ¿Y dos vaginas? Figúrense la compenetración, y qué jodida la bronca cuando las cosas no se ejecutan del modo acordado. Nariz y vagina, teta y vagina, rodilla y vagina ¡estupendo! Un dialogo de continuo flujo con cualquier visitante. O un ladrido rabioso y sangriento con los villanos no deseados. Eso mantendría a (especialmente) los hombres en un constante estado de nervios, digo, de consideración y alerta, porque quien se atreva a meterse en tal emboscada, más le vale saber cómo defenderse.

Desajuste mujeril

febrero 8th, 2009 § 0 comments § permalink

Encontrar un balance en nuestra vida es posiblemente una de la operaciones más difíciles que nos podemos imponer. En primera instancia porque el balance sólo se logra a través de la constancia, que es más o menos la misma rutina que mediante una existencia equilibrada intentamos evitar y que se logra solamente con esos pequeños actos espontáneos del diario vivir, siempre y cuando nada exceda o supere otros actos, los indispensables.

Digamos que la vida es como una maqueta abundada por todo lo bueno y lo malo, y una debe elegir a qué le va a dar importancia de manera eficaz y con cierta precisión para que al final del día o de la semana o cuando quiera que se saque el balance, la caja cuadre. Se debe llevar una dieta saludable pero saber cuánto de lo dañino se puede comer. Conviene hacer ejercidos para estar sanas y duras. Debemos pasar con la familia un tiempo adecuado que se pueda considerar como calidad y no necesariamente cantidad, aunque eso también es fundamental. Es esencial mantener la relación activa entre pareja, no ser ni muy vanidosa ni muy desaliñada, dedicarnos tiempo a nosotras mismas, terminar algunos de los proyectos que hemos comenzado, ser buenas amigas pero aprender a decir no de vez en cuando, en especial si de verdad no podemos acceder a cierto caprichos.

¿Será posible que la moderación no sea otra cosa que un producto de la inconformidad?

Las mujeres somos: o muy gordas o muy flacas, o muy bajitas o muy altas, o muy blancas o muy oscuras o muy verdes o muy amarillas. Tenemos el pelo o muy rizado o muy lacio, o muy oscuro o muy claro, o muy corto o muy largo, o muy grasiento o muy seco. Normalmente queremos cambiar de pareja o hacer que nuestra pareja cambie. Si estamos solteras añoramos estar en pareja, casada y con hijos, o si tenemos todo eso sentimos envidia por las solteras que pueden hacer lo que les venga en gana. Hasta que llegamos a los treinta años no soñamos con tener diez de más, pero sí actuar como tal. Después de los treinta todas deseamos tener (o como mínimo aparentar) diez años de menos. Si tenemos experiencia es porque ya hemos perdido la inocencia. Pero la inocencia no es tampoco el mejor de los atributos, pues con ella también viene la torpeza. Además, a la inocente ya después de cierta edad se le empieza a dar otro nombre; la problemática, la solterona, la tonta, que en realidad quiere decir la idota.

Todas las mujeres nos formamos una idea distorsionada de la belleza y sólo puede regir en aquella que no encontramos en nostras mismas, sino en las que tienen piernas tulliditas o largas infinitas, o las flacas desnutridas que desfilan por las pasarelas, las que son culonas o tetonas ,o ambas, culonas y tetonas. Debemos tener labios carnosos, ojos expresivos, pezones rosaditos y pequeñitos, un cutis formidable, muslos duros y lisos. Jamás encontramos el balance sino la inconformidad, o nos sentimos muy lindas o muy pero muy feas. En el bar debemos beber alcohol medidamente. Está bien que un hombre nos compre un trago, pero también hay que tener en cuenta cuándo nos toca pagar. No debemos entregarlo todo en una relación. Es necesario luchar por nuestros derechos, y a su vez evitar consumirnos por ello. Tenemos que conducir al máximo de lo que permite la ley, de lo contrario te llamarán Miss Daisy. Es esencial demostrar cualidades de aventurera, con límites para que no te tomen por irresponsable. Es decir, vivir con pasión pero sin obsesión, encontrar un balance o si parece más fácil, evitar la conformidad.

En conclusión, cuando escucho aquello de la moderación siempre pienso que ese concepto se ha inventado para evitar los extremos, pero que en sí es quimera imposible de realizar, y que la ecuanimidad no es otra cosa que la decadencia de tanto la pasión como el abandono a toda causa, pues si hay una equilibrista por ahí que todo lo tiene bajo control, que tire la primera piedra.

28 días de amor y frenesí

febrero 1st, 2009 § 0 comments § permalink

Celebrar el día de los enamorados me parece una tontería. En especial si sólo se celebra ese día en todo el año; único en ser marketizado como representación del afecto y la pasión entre parejas. El amor no es cuestión de un día, pero claro, todos necesitamos un recordatorio de vez en cuando. Sin embargo, podría resultar mucho más atractivo si en cambio se festejaran diversos días de sostenida veneración, semanas y meses, temporadas completas de ilimitada adoración.

Por ser tan cínica, práctica, poco romántica y nada creyente, este año voy a cambiar mis propias reglas, voy a desafiar el sistema calculador y aburrido que representa el día de San Valentín donde el hombre es el sujeto responsable de infestar el destinado día de acciones románticas, y la mujer es quien se encarga de destapar la pasión erótica en las horas nocturnas. Mis actos serán en respuesta y por protesta a algo que leí el otro día acerca de el amor y el enamoramiento. El artículo decía que el enamoramiento era realizable debido a la ausencia del amor, y el amor era la etapa posterior al enamoramiento, pero que era improbable que ambos coincidieran. También decía que los seres humanos estamos predispuestos químicamente a salivar por alguien por un tiempo determinado y de ahí en adelante el hechizo se disfuma por completo. No puedo con esos asuntos mundanos de profunda ordinariez. Propongo desmantelar el turbio resultado que predomina sobre ese tema. ¿Quién dice que no se puede amar estando aún enamorado?

Propongo que febrero esté desbordado de amor y más amor, hasta empalagarnos, porque de alguna manera hay que justificar esos meses de ineludible cotidianidad, que digan lo que digan ninguna pareja se escapa.

Con máximo ímpetu elaboraré deliciosos platos afrodisíacos por lo menos una vez por semana. Me haré el propósito de servir las tres comidas del día en forma de corazón o en platos con forma de corazón porque ese es el signo del amor. Con esa misma forma hornearé galleticas y las decoraré y se las enviaré a mi marido de sorpresa. También le enviaré globos, flores y chocolates; no hay que ser mujer para sentirse especial cuando tu pareja te sorprende infraganti, aún cuando es de manera convencional. Colgaré luces rojas en nuestro dormitorio y en la cocina, siguiendo el formato de la Navidad que aunque es el día 25, la decoración comienza mucho antes, supongo que para mantener vivo el espíritu, que es lo que intento lograr.

Bajo la almohada y en el refrigerador esconderé notas cargadas de pasión, poesías de Neruda, versos de Rumi. Insistiré en un beso con lengua diario a las 8pm, con alarma y todo, que dure diez minutos, por lo menos. Eso lo aconseja una sexóloga que fue invitada al programa de Oprah hace unos meses y que no recuerdo su nombre (aunque no tiene que ser a las 8pm, puede ser a cualquier hora). Además voy a intentar, aunque esto va a costar un poco de trabajo, hacer cita con mi pareja bajo la ducha por lo menos dos veces por semana. Usaré creyón labial rojo todos los días, ropa más ajustada, inusitados escotes, sólo para él. Le enviaré cartas por correo, invitaciones privadas. Lo volveré loco, de amor o de atar, no lo sé. Pero lo que sé es que no habrá rutina que se imponga o que me aleje de estos actos de sincera y desproporcionada latría.

Me tomaré el tiempo para explicar las cosas sin verme en la necesidad de alzar el tono de la voz. Trataré por todos los medios de no asumir que el sentido común es garantizado en cada ser humano. Trataré por todos los medios de ni siquiera mencionar el tema del sentido común. Cuando me encuentre sus zapatos tirados al lado de la puerta de la entrada, no los botaré en la basura, sino que con cariño los regresaré al closet. Si el perro se escapa porque mágicamente alguien dejó la puerta del patio abierta, aprovecharé la ocasión para emprender una búsqueda amorosa y armoniosa bifurcándome por las calles del reparto donde vivo de la mano con mi hombre, y cada vez que pronuncie el nombre de mi perro le daré a ese hombre una mirada seductora, de fuego puro, que sea el inicio de lo que luego elaboraremos en un ambiente más privado. Beberé cerveza y miraré, para hacerle compañía, todos los partidos de cualquier deporte que se le antoje ver, y por este mes estaré del lado de su equipo, sin desearle fracturas a nadie, sólo victorias.

Pensaré que los inodoros con tapa subida son nuevas expresiones artísticas de mucho agrado. Borraré de mi mente cosas feas, como por ejemplo cuando me encuentro con una toalla que es de secarse el cuerpo siendo utilizada como alfombra de baño, o un paño de secar platos absorbiendo un líquido derramado en el piso de la cocina, cuando en realidad hay toallas para el cuerpo y toallas para apoyar los pies, paños para la meseta y paños para el piso. Remplazaré el rollo de papel higiénico sin papel cada vez que me toque sin decírselo a nadie. No pondré cara de monstruo cada vez que me encuentre el pomo de la leche vacío, o lo que es peor, con un tilín que no alcanzará ni para acompañar un té. Llenaré el tanque de gasolina que cada lunes me sorprende en cero. No diré ni esta boca es mía al descubrir unas galleticas zocatas porque nadie las cerró como es debido. Guardaré silencio cada vez que me azote una gaveta en la cadera porque en casa sólo se abren gavetas, nunca se cierran.

Desde las 9 pm en adelante me despojaré de toda la ropa, aunque tenga frío, para que me den calor. Prepararé brebajes capaces de causar vigorosos encantamientos a la hora de amar. Me tatuaré en las nalgas (de mentirita) esa forma del órgano del amor. Intoxicaré mi cuerpo entero de un perfume con propiedades mágicas cuya fragancia recurre en el subconsciente y desconcentra aún cuando se ausencia el ser amado.

Estoy determinada, voy a hacer todo lo que antes, al principio, cuando no existía una historia, una queja, un disgusto, las parejas no encontraban otra forma que la de adularse sin el menor reparo en la venganza que luego abarca la cotidianidad, cotidianidad que venceremos no sólo un día al año, sino como mínimo veintiocho.